Pensemos por un momento en algunos edificios emblemáticos de la historia mundial. Por ejemplo, podemos recordar las murallas de Jericó. Éstas se levantaban orgullosas e inexpugnables, hasta que alguien tuvo la idea de tocar varios instrumentos musicales alrededor de ellas durante siete días, logrando desmoronarlas. Algo parecido ocurrió con la orgullosa Troya. Su impenetrabilidad era legendaria hasta que los griegos del Peloponeso decidieron esconderse en un caballo de madera y poder entrar así de tapadillo dentro de la hermosa ciudad. Por último tenemos el caso de la Atlántida, una civilización de enormes palacios y sociedad avanzada que terminó desapareciendo porque acabó engullida por las aguas.
Todos estos ejemplos y muchos más (la Roma imperial, la Atenas de los conflictos decimonónicos, la oculta ciudad de Petra, etc.) tienen un nexo en común. Por muy elegantes, impresionantes, inexpugnables o herméticas que pudieran parecer terminaron sucumbiendo a un estímulo exterior. Y aunque en ocasiones éste fue un tanto especial, hemos de convenir que el principal agente de deterioro es el tiempo. Y esto es aplicable a las pirámides de Egipto y a nuestra propia vivienda.
Pero ante esta situación de deterioro nosotros podemos poner un remedio. De hecho, podemos buscarlo a través de una página que nos va a facilitar todo lo que tiene que ver con las reformas. Sí, sí, has oído bien: reformas. Una vivienda se construye para durar, para que trasponga el tiempo y para que podamos vivir en ella con confort, habitabilidad y seguridad. Pero el paso del tiempo no perdona nada y termina deteriorando hasta los elementos más resistentes.
Por eso pensamos que, a pesar de las connotaciones negativas que puede tener el comienzo de unas obras de reforma que no sabemos cuánto van a durar y, lo que es más importante, cómo van a salir, el objetivo final debe ser lo que nos lleve a tomar las decisiones correctas. Una grieta en el techo o en la pared puede no ser un peligro inminente, pero si crece o comienza a mostrar descascarillados hay que intervenir, porque tal vez no sea algo leve sino más grave de lo que pensamos.
Incluso reformas más livianas como el repintado de las paredes y techos o el cambio de las puertas interiores es una manera inmejorable de rehabilitar la vivienda, dotarla de una nueva visión y conseguir una habitabilidad acorde con nuestras preferencias, dejando a un lado ideas peregrinas sobre obras polvorientas e inacabables.