Hace algunos años (no tantos como podríamos pensar) era bastante habitual encontrar en las calles de los pueblos y de ciertas ciudades algunos oficios muy particulares que hoy en día han desaparecido o se han reconvertido. Por ejemplo, en las zonas geográficas con menos recursos hídricos siempre podíamos encontrar al aguador, el cual vendía su producto puerta a puerta con un pequeño camión o utilizando una caballería y una cuba para tal cometido. También era frecuente escuchar el sonido característico que nos anunciaba la presencia del afilador, un artesano que se dedicaba precisamente a eso, a devolver a nuestros útiles de cortar su funcionalidad.
Otro de estos trabajadores que podíamos encontrar era el chatarrero. Provisto de un vehículo voluminoso iba retirando de las casas aquellos enseres metálicos que habían dejado de funcionar. Así, no era raro verlo cargar con una cama, una lavadora, una bicicleta herrumbrosa y retorcida…
Ciertamente el aguador ha terminado por desaparecer, y el afilador apenas si tiene presencia en las ciudades (en algunos pueblos aún podemos escucharlo). Pero el sector de la chatarra y de los desguaces no ha dejado de funcionar, al contrario, ha experimentado una reconversión espectacular y hoy en día presenta una buena salud. Tanto se ha innovado en este campo que incluso podemos encontrar, a través de Internet, las chatarrerías más cercanas a nuestra población. En este caso se ha hecho realidad el sabio consejo de renovarse o morir.
La evolución seguida por este sector era algo muy necesario. Esos enseres que se retiraban se acumulaban en recintos desprovistos de medidas de seguridad y de servicio de retirada de elementos peligrosos o tóxicos. Por eso hoy en día se apuesta tan decididamente por locales dotados con todo tipo de procedimientos selectivos y con contenedores que evitan las fugas de líquidos inflamables o altamente contaminantes. Todo sea por apostar por una actividad rentable y que sea respetuosa con el cuidado medioambiental.
Por eso todavía hablamos de chatarreros, aunque utilizando el símil informático nos podemos referir a ellos como 2.0. Y hemos de convenir que afortunadamente se ha apostado con decisión en el desarrollo sostenible y en la desaparición de aquellos solares en los que se acumulaban, uno tras otro, los restos estropeados de vidas anónimas. En este caso, desde luego, el cambio ha sido a mejor.