Todos los que tenemos una edad sabemos terminar este refrán español de forma correcta. En realidad, éste y un montón más, muchos de ellos con una antigüedad enorme que incluso puede rastrearse en obras del Siglo XVI y anteriores.
La cultura oral en la que muchas veces se basaba el conocimiento permitió que estas auténticas perlas de sabiduría popular fueran traspasando los siglos, habiendo llegado a nosotros una cantidad nada desdeñable de dichos populares con los que solemos resumir algunas cuestiones de la actualidad más rabiosa.
Y ahora tenemos Internet y la posibilidad de que una página nos ofrezca todo el refranero popular para tenerlo siempre a mano y para saber en todo momento qué significa ese dicho que siempre hemos usado pero que nunca sabemos si lo implementamos bien en nuestras conversaciones. En efecto, cuando hablamos con amigos, sobre todo cuando ya se tiene una edad, es muy recurrente el uso de estas sentencias para ilustrar un determinado acontecimiento o para demostrar que no solamente tenemos conocimientos de tal o cual cuestión, sino que encima dominamos todo el bagaje cultural que con los tiempos nos ha sido trasmitido por nuestra familia.
Nuestros abuelos, padres y tíos han formado parte de nuestra vida desde siempre. Ellos nos enseñaron las primeras palabras que pronunciamos, ellos nos enseñaron las primeras lecciones de vida, y también nos mostraron lo adecuado que es usar un dicho popular en circunstancias determinadas. Es obvio que no podemos estar todo el rato disparando refranes como si fuésemos un arma automática porque no tendría sentido, sobre todo en algunos ambientes. Pero lo que sí queda de manifiesto cuando nuestros labios verbalizan una sentencia popular es que somos conscientes de la herencia recibida (la buena se entiende) y la sabemos aplicar.
Afortunadamente muchos profesionales de la lengua española han recogido el testigo y se han propuesto no dejar caer en el olvido a los refranes. Y eso nos llena de satisfacción, porque implica que el castellano está más vivo que nunca. Y aunque resulta claro y meridiano que necesitamos ir incluyendo esas nuevas palabras que ahora forman parte de nuestra idiosincrasia y del lenguaje de la calle, no lo es menos que cuidar de lo que ya tenemos es una labor necesaria y muy grata. Así que cuando uses un refrán estarás recurriendo no solamente a un recurso estilístico conveniente, sino que pondrás en tus labios las palabras que un día también pronunciaron tus antepasados. Y eso es algo maravilloso, al menos para nosotros.